José Luis, afectado por los restaurantes fantasmas de A Coruña: «Esta tienda es mía y lleva años cerrada, no entiendo nada»

SOCIEDAD

MARCOS MÍGUEZ

Glovo rectifica y elimina los negocios que fingían estar domiciliados en locales sin actividad comercial

26 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

José Luis Ríos es el dueño del bajo de la coruñesa Avenida de Oza, 185, donde una docena de restaurantes tienen su domicilio digital en plataformas de comida a domicilio. Con 80 años, dedicó más de media vida a ser carnicero en un local desde el que hasta este jueves parecía que se enviaban kebabs, pizzas, hamburguesas, tortillas e incluso churros. A este hombre el mundo digital le resulta inabarcable, por eso este jueves se acercó a la redacción de A Coruña de La Voz. Quería entender qué está pasando con su propiedad. Insistía en que el bajo lleva más de cuatro años cerrado, y por eso advirtió que denunciaría este complejo fraude. Pero ¿a quién? ¿Cuál es el procedimiento ahora?

Este jubilado no es el único en A Coruña que ha sufrido la usurpación de su local en apps como Glovo. Según ha constatado este periódico, al menos cuatro establecimientos más, cerrados o en venta, aparecían esta semana en aplicaciones de delivery como sede de restaurantes que ni se sabe dónde están ni quién los lleva. Esto en connivencia con unas aplicaciones que hasta hace un mes podían eximir responsabilidades, pero ya no.

Como explica la abogada Ester Domínguez, especializada en derecho digital del despacho Edmlegal, «el artículo 14 del nuevo Reglamento de Parlamento Europeo y del Consejo relativo a un mercado único de servicios digitales, dispone que las plataformas deben asegurarse de que los vendedores proporcionen información verificada sobre su identidad antes de que anuncien sus productos en estos mercados en línea. Además, deben garantizar que los usuarios puedan identificar fácilmente a la persona responsable de la venta».

Los restaurantes que estaban registrados en Glovo y decían operar desde el bajo de José Luis funcionaban este jueves por la mañana con normalidad. Además, seguían dispensando tabaco, sin ningún control de edad y saltándose esa ley que limita la venta de cigarrillos a estancos y máquinas expendedoras. Horas después, sin embargo, esta plataforma cambiaba de praxis y cancelaba los pedidos en estos locales, que dejaban de poder trabajar de forma irregular. Esto ocurría también en Just Eat, quien también les anuló los envíos.

Domínguez indica que ante el incumplimiento del Reglamento, que pretende que las personas se encuentren más seguras en los espacios en línea, «los Estados miembros impondrán las sanciones pertinentes, que pueden llegar a multas económicas de hasta el 1 % de los ingresos anuales, o del volumen de negocios anual en todo el mundo del ejercicio fiscal anterior que haya obtenido la plataforma». En síntesis, continúa: la nueva legislación busca «responsabilizar a estas apps de los servicios que publicitan o venden de terceros».

Tan novedoso y confuso resulta todo en un mercado digital en constante cambio que solo en el despacho vigués Edmlegal se vieron capaces de responder a las preguntas de La Voz. Así se entiende que José Luis se sienta con las manos atadas ante esta situación de vulnerabilidad absoluta, tan lejos por su edad de conceptos como delivery.

Domínguez afirma que en estos casos, además de pedirle a la app que deje de publicitar esos restaurantes, hay que solicitarle la identidad del dueño, «y si no nos lo dice, debe de responder la propia plataforma por los daños y perjuicios causados». La brecha digital dificulta que personas como José Luis realicen este tipo de trámites, pero como continúa diciendo esta experta, «antes de la vía judicial requeriría el cese de actividad de esos locales y la compensación económica».

Otra alternativa, como argumenta, es presentar una denuncia ante la Oficina de Consumo, «que tiene la capacidad de investigar las acciones fraudulentas y aplicas las sanciones correspondientes según lo que establece la norma vigente».

Los hosteleros rechazan estas prácticas, pero defienden el «delivery»

La Asociación Provincial de Hosteleros de A Coruña quiere dejar claro que, además de investigar este tipo de actividades, se desliga por completo de unas prácticas que tildan de «excepcionales». Como indican desde esta entidad, «el delivery ya es fundamental para muchos restaurantes de la ciudad, y este tipo de cosas no deberían empañar la honorabilidad del sector, que con su esfuerzo y dinero pelean para que la comida de sus locales llegue en las condiciones que tienen que llegar a casa de los clientes». Y concluyen: «Los hosteleros tienen claro qué se puede y qué no se puede hacer».

El cocinero Pablo Pizarro, que controla de envíos a domicilio gracias a sus empanadas viajeras, afirma que es importante distinguir «entre cocinas fantasma, que cumplen una función y están amparadas por la ley —aquellas que normalmente están en polígonos y que no tienen restaurante físico, solo realizan envíos a domicilio—, de las cocinas clandestinas, que sería este caso». Y continúa: «hay que pedirle responsabilidades a la plataforma. Quiero saber dónde están esas cocinas y en qué condiciones llega el producto», concluye este hostelero.